martes, 23 de junio de 2009

Libre

Inerte ante el tiempo, estado actual que lo acompañaría un rato más.
Prefería pensarlo así, darle una duración pequeña aunque sin límites era un auxilio, lo atormentaba la idea de que fuera infinito.
Privado de su libertad física pero no intelectual sólo pensaba en construir ventanas en su alma.
Y como una cosa lleva a la otra; su cerebro, que gozaba haciéndose el distraído, sabía que de esta no iba a escapar.
Sabiendo que era fundamental para el alma, le gustaba su papel de héroe a encarnar.
Como fuera ya había dado arranque, no hay marcha atrás. Si la hubiera sería la muerte, y eso implica cobardía. Algo que no iba a experimentar.
Él, y nadie más que él, parecía no sufrir como el resto sino que la vivencia en algún punto él la había volcado a su favor. Sus rasgos se volvían más intensos, por ende más interesante.
Ya no pensaba en injusticias, culpables, venganza, perdón u olvido.
Él era el 443 pero mientras los otros eran eso, números, él era mucho más.
Hasta el tono del guardia de turno era distinto al pronunciarlo. Intenso o más suave no importaba, entre líneas se leía respeto.
Una caricia al ego después de todo es necesaria.
Pasó el tiempo, ya no lo sentía omnipresente. Abrió ventanas en su alma, cada vez más grandes.
Logró un estado sublime. Sorpresivo incluso para él al verse desde afuera con cierta perspectiva.
El tiempo que todo lo toca ya no podía alcanzarlo. Volverse atemporal le daba libertad eterna. Cazó la salida necesaria. Libertad intelectual y espiritual.
Ya no temía a lo infinito del tiempo, él era parte de eso.

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